Ganaron los leones pero no estoy de acuerdo con el coach de los
Británicos, Warren Gatland al declarar, al final del primer partido de la serie
ante Australia, que los hombres de rojo merecían la victoria.
Es una respuesta soberbia que se aleja de la realidad. La victoria de los visitantes fue fortuita, un escape al último minuto. Cuando la bala que acabría con cualquier destello de esperanza de vida del felino no alcanzó el objetivo y ya no quedaba tiempo para un nuevo intento.
Es una respuesta soberbia que se aleja de la realidad. La victoria de los visitantes fue fortuita, un escape al último minuto. Cuando la bala que acabría con cualquier destello de esperanza de vida del felino no alcanzó el objetivo y ya no quedaba tiempo para un nuevo intento.
Los Wallabies hicieron el trabajo; atacaron,
defendieron, buscaron el juego, nunca temieron al enfrentamiento físico y la
brutal colision en el area del tackle; de hecho la presión que ejercieron en la
disputa del balón en el ruck le dió a los felinos pocas pelotas rápidas, la
posibilidad de atacar con velocidad y en consecuencia los leones cayeron en la
trampa del nervio y fueron indisciplinados, pero los marsupiales no pudieron tomar ventaja al falllar dos
oportunidades a palos.
Las lesiones desde el mismo primer minuto
afectaron a los locales y poco a poco la linea de los hombres de Robbie Dean
fue desaparenciendo e inesperados cambios debieron ser asumidos. Pero el juego siguió su curso y los
remplazos, inclusive jugando en posiciones distintas, nunca dudaron en
continuar con lo planeado: vencer al leon. Igual que los que ya habían salido
de la cancha, atacaron y defendieron con coraje, a pesar de la desventaja en
preparación física y técnica.
Los Wallabies, a pesar de la inexperiencia del
grupo, mantuvieron a los británicos a raya pero las patadas que los locales no
puedieron convertir fueron la gran diferencia. Catorce puntos, seis de ellos a cinco minutos del final, dejaron
de anotar los hombres de amarillo y verde. Y de haber convertido, muy sefuramente el león no hubieses escapado de su muerte en Brisbane.
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