Un día después de la visita a Twickenham, fue la visita al Rugby School, el lugar donde Weeb Ellis levantó el balón de fútbol, corrió evitando ser derribado y dió origen al juego de rugby.
Es un lugar increíble, mágico, una de las canchas más bonitas que he visto, la historia del lugar está por todas partes, en los árboles, que alguna vez fueron postes de rugby; los edificios que albergaban a los jugadores, pisos y paredes. Es increíble. Es muy facil transportarse a aquel entoces cuando jugaban setenta y cinco contra doscientos veintinco, hasta por cinco días. Por supuesto no falta la tienda de souvenirs. Allí compre el primer libro de reglas de rugby, además de un par de cosas para recordar esta visita. El pequeño libro solo me costó una libra, después escribiré sobre él.
Al terminar la visita en el colegio, caminamos y llegamos a un pub del mismo nombre del autor del juego del balón oval, que en sus inicios también fue redondo, allí almorzamos y nos preparamos para nuestro segundo juego de la gira, horas más tarde, ante Leicester Tigers.
Jugar contra uno de los clubes más exitosos de Europa fue una dura experiencia para todos. El equipo de jugadores de quince años que enfrentamos, era la academia de Leicester Tigers, lo mejor de una selección regional que en su momento serán futuros jugadores profesionales y selección inglesa.
No hay nada más cierto aundo dicen que las apariencias engañan. Perdimos 57-0. Cuando llegamos, un par de horas antes del pitazo inicial, nos dieron un tour por las instalaciones, impresionante. Y poco después vimos al equipo que enfrentaríamos estirando y calentado, nosotros hacíamos lo mismo. Pero al ver el tamaño de sus jugadores, de estatutura normal, entre 1.65-1.80, y que no eran tan grande como unos kiwis o samoanos, debo admitir que nos confíamos un poco, nunca pensamos que sería tan duro.
Que nivel de juego, agilidad, velocidad, manejo de la pelota, visión, comunicación y apoyo nos mostraron los Tigers, jamás pudimos igualar tanto nivel. Nunca nos rendimos, lo intentamos una y otra vez; en la segunda mitad mejoramos mucho, pero el daño estaba hecho. Además del marcador abultado tuvimos un jugador sufrion una fractura en la muñeca que, lamentablemente, lo sacó del Campeonato de Paris, otro sufrió un fuerte golpe en las costillas, afurtunadamente no pasó a mayores, otro sufrió un golpe en la cabeza y no pudo jugar en la primera fase del torneo y por aqui y por alla dolares, no tan grave, de cualquier tipo. Nos dieron una gran lección.
Fue duro pero aprendimos. Y al terminar nuestro equipo fue reconocido por el presidente de Leicester Tigers por nuestra actitud, por nunca rendirnos y siempre salir adelante, por dar lo mejor de nosotros, incluso ante tal equipo. A cada uno de los jugadores le dieron una chaqueta original de los Leicester Tigers y nosotros los coaches una camisa de juego.
Fue un día duro en la oficina ese día en Leicester, nunca lo olvidaremos, algún día me gustaría regresar a ese club, a aprender nuevamente, porque puedo asegurar sin pena a equivocarme que lo que hacen en esa academia de rugby con los jugadores de catirce, quince y dieceseis años es lo mejor de Europa. No quiero pecar de exagerado diciendo del mundo, pero es muy bueno.
Antes y después del juego tuve la oportunidad de conversar con quienes dirigen el progama de desarrollo de la academia, es realmente impresionante, me gusta y quiero aprendar más.
Cenamos juntos con coaches y jugadores de los Tigers, compartimos nuestras experiencias aquí en Australia y después de casi dos horas de camino de regreso, volvimos al hotel, cansados, adoloridos física y moralmente y mi misión era recuperar al equipo y preparalos para el próximo encuentro, dos día después.
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